miércoles, 23 de enero de 2008

Puntas

Tendría que pintar estas paredes de una buena vez, algún rosa, no, rosa no, es demasiado feliz, otra mano liviana de blanca y la humedad aguanta un poco más. Qué estará sintiendo ahora. Esta garganta me va a matar y el médico, bendito discípulo de Esculapio, me dice que no es el cigarrillo, dejé unos días pero al quinto hubiera matado al Papa por una calada, no hay caso y tampoco quiero. Nadie pinta las paredes de negro. Tiene suerte de no estar soportando esta lluvia, tiene suerte de ver las calles nevadas. Bueno también le tocó un año de dos inviernos.
Me estoy volviendo loco. No sé para qué estiro los brazos si no vas a estar ahí, delante mío, como crucificada pero feliz. El otro día fui al cine y no podía parar de llorar cuando se despedían y él se perdía en la neblina acompañado del policía, son tonterías pero últimamente todo me pega para el bajón. Y esta puntada en la cabeza que me pasa de lado a lado. Acá nieva como el demonio, siempre me gustó el frío
pero el cuerpo tiene un límite, digo, si por lo menos estuvieras vos para abrazarme. Cuántas veces levanté el teléfono, cien, ciento cincuenta veces sólo en la mañana. Los cigarrillos siempre son pocos, pareciera que se acaban los diecinueve con la última pitada del primero. Otra vez se paró el maldito reloj, lo curioso es que siempre se queda en las cinco treinta, también, tiene sus años y sus golpes. Pensar que es un aparato para dar exactitud, una exactitud particular, pero exactitud al fin. Por lo menos tiene una.
La muestra de fotografía estuvo bien, lástima no llegaras a tiempo, la música no fue la mejor hasta parecía que les agregaba color a los cuadros y los ridiculizaba y el vino también, otro insulto. El jefe me tiene loca, entre la montaña de papeles y libros y su baba que le escurre todo el tiempo se me está partiendo el cerebro en cuatro; lo único que quiero es que pasen estos meses que quedan y después olvidarme de todo, del frío, del jefe y su baba y de los libros contables; tengo que ver qué hago con esas materias de la facultad, podría darlas al final del mes pero tengo que ponerme ahora si quiero hacerlo bien, esa es la cuestión, si quiero hacerlo. El colchón está apolillado. Tendría que acomodar la biblioteca. Pero para qué, el orden que tiene debe estar bien sino estaría de otra manera, inclusive más desordenada. Te echo de menos más de lo que pensaba que podía, como si se me expandiera el alma sólo para extrañarte más. Falta media hora para el almuerzo, el agua, la ensalada liviana, el rechazo a la invitación, la conversación retomada por enésima vez y terminar cinco minutos antes. Teléfono. Por fin, hola. Hola. Qué hacías. Pensaba en vos. Yo también.

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